Howard Gardner define la inteligencia como una capacidad, cuando hasta hace poco era considerada como algo innato e inamovible: se nacía inteligente o no, y la educación no podía cambiar esta situación.

Al definir la inteligencia como una capacidad, Gardner la convierte en una destreza que se puede desarrollar. No niega el componente genético, pero esas potencialidades se van a desarrollar de una manera o de otra dependiendo del medio ambiente, nuestras experiencias, la educación recibida, entre otros factores.

La inteligencia no se limita, como tradicionalmente se pensaba, a la capacidad de razonamiento lógico o a la manipulación de palabras o números, sino que constituye la habilidad para resolver problemas y elaborar productos valiosos. Gardner (1991) establece que

  "…la investigación cognitiva demuestra que los estudiantes poseen diferentes habilidades para aprender, recordar, actuar y comprender".  

Hasta 1997, dichas habilidades se habían dividido en siete tipos. Hoy en día Gardner afirma que existen al menos nueve inteligencias o capacidades (la naturalista  y la existencialista son las últimas que se agregaron a esta lista y el mismo Gardner acepta que pueden todavía agregarse más).

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