No hay duda de que la epistemología que sustenta el trabajo del maestro juega un papel indispensable en su desempeño.

Esto nos lleva a reflexionar sobre lo siguiente:

En nuestra práctica docente, ¿con qué paradigma nos identificamos?, ¿que tipo de aprendizaje estamos promoviendo?, ¿trabajamos con nuestros alumnos únicamente la memoria?, ¿permitimos la reflexión y la construcción del conocimiento?, ¿tenemos un enfoque ecléctico?, ¿formamos aprendices activos?, ¿considera que el contexto como elemento importante para el aprendizaje?, Y sobre todo ¿es congruente la forma como enseñamos a los alumnos con los nuevos retos que nos plantea la educación y el entorno del siglo XXI?.

Es indispensable hacer a un lado las ideas empíricas acerca de la enseñanza y el aprendizaje que dominan en nuestra cultura, y asumir nuevas actitudes que nos permitan adaptarnos a los retos y demandas que se nos plantean.
El maestro del siglo XXI está en transición y esta transición no siempre es fácil ni rápida, requiere de un gran esfuerzo que permita romper viejos esquemas.

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