La cátedra La cátedra ha sido un método de instrucción ampliamente criticado. Se le acusa de muchas cosas. En términos del marco conversacional de Laurillard (1993), la cátedra tradicional no es interactiva, ni adaptativa, tampoco promueve la reflexión en los estudiantes, sólo el profesor puede expresar su concepción del mundo. Aunque este tipo de aprendizaje ha sido llamado centrado en el profesor, ya que es él quien tiene el control del proceso, el alumno es el que se ve sobrecargado cognitivamente. En efecto: el alumno debe hacer explícita la estructura implícita en el discurso del profesor. También debe reflexionar entre lo que él cree y lo que está implícito en el discurso del profesor, encontrar las diferencias, afrontarlas, y verificar que esto sea compatible con lo que el profesor dijo. Estas redescripciones hechas por el alumno no recibirán retroalimentación hasta que se entregue alguna tarea o ensayo, o se resuelva algún examen. Paradójicamente la cátedra sigue siendo uno de los métodos de instrucción más utilizados, ¿cómo se explica su éxito?
Recordemos que la cátedra en su forma canónica no contempla ninguna retroalimentación. Muchos profesores reconocemos estas limitaciones e incluimos algún grado de interacción, que consiste generalmente en el lanzamiento de preguntas. Las preguntas permiten que los estudiantes se involucren un poco más en las tareas de aprendizaje. Las respuestas a éstas sirven al profesor para monitorear la comprensión de los estudiantes. En términos del marco conversacional de Laurillard (1993), la respuesta a preguntas de los estudiantes provee una parte del nivel discursivo en el que éstos plantean su concepción del mundo. Sin embargo, el hablar durante 50 minutos y formular preguntas durante los otros 5 minutos a un grupo de 40 estudiantes, provee un nivel discursivo excesivamente limitado. |
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